domingo, 30 de mayo de 2010

Alfonso Reyes y el Ateneo de la Juventud.



La Revolución Mexicana como forma de transformación política y social no se puede reducir a un movimiento armado. En ella intervinieron otros factores que también contribuyeron al cambio de la sociedad.
Uno de los factores de mayor importancia fue la crítica y oposición que los jóvenes intelectuales del momento hicieron contra la doctrina filosófica oficial y dominante en México: el Positivismo.
En su momento, la introducción de la doctrina positivista en el país representó un enorme avance, pues proporcionó a los políticos e intelectuales una herramienta para entender y actuar en consecuencia, a fin de intentar solucionar los grandes problemas nacionales.
Orden y Progreso
El Positivismo, doctrina creada por el francés Augusto Comte, proponía que la ciencia era el único conocimiento posible y que la humanidad ya se encontraba lo suficientemente madura para pensar y actuar de acuerdo con los dictados de la ciencia.
Para llegar a este momento histórico, la humanidad debió atravesar por el estado teológico, en el que el conocimiento y la interpretación de los sucesos del mundo se atribuían a la voluntad de los dioses.
El estado metafísico, que era el segundo propuesto por Comte, se refería a que las explicaciones de los fenómenos de la naturaleza se basan en la acción de esencias, sustancias o causas ocultas.
El Estado Positivista
Al llegar al siglo XIX se arribó a la última etapa que debían recorrer las sociedades humanas para actuar únicamente conforme a los dictados de la razón científica. Este era el estado positivo, en el que la sociedad se convierte en su propio dios, con lo que llega a su fin la historia humana, ya que prácticamente todo está hecho y lo que falta se alcanzará a través del cultivo de las ciencias.
La doctrina positivista fortalecía la posición de los grupos dominantes de la economía y del gobierno, en la medida que justificaba y, sobre todo, procuraba que no se diera ningún cambio en el país contrario a sus intereses.
Esta postura venía del año 1869, cuando Gabino Barreda introdujo la doctrina positivista en México, a raíz de la reforma educativa impulsada por el presidente Benito Juárez.
Los Contestatarios
Como parte de la creciente oposición al régimen de Porfirio Díaz, a principios del siglo XX, un grupo de jóvenes estudiantes y profesionistas se dieron a la tarea de realizar una fuerte crítica a los postulados de la doctrina positivista, en la cual habían sido educados.
Ese grupo de jóvenes, a pesar de que nunca fue del todo homogéneo tuvo una sólida organización bajo el nombre de El Ateneo de la Juventud, y logró modificar e influir profundamente el panorama cultural e intelectual del momento.
El Ateneo de la Juventud fue todo un acontecimiento pues, para que la etapa armada de la Revolución Mexicana llegara a tener éxito, no bastaba con los triunfos en el terreno político y militar.
Fue necesario socavar las bases intelectuales y culturales de la clase dominante, a fin presentar al pueblo alternativas viables que lo condujeran hacia un cambio efectivo destinado a mejorar sus condiciones de vida.
Personajes
El Ateneo llegó a contar con más de 60 miembros, destacando el grupo de los cuatro grandes: José Vasconcelos, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes.
Un grupo más amplio, aunque sin el renombre del anterior, fue el de Martín Luis Guzmán, Julio Torri, Ricardo Gómez Robledo, Jesús T. Acevedo, Enrique González Martínez, Manuel M. Ponce y Diego Rivera.
Al principio, la tarea fundamental de El Ateneo fue propiciar reuniones de pequeños círculos de lectura y reflexión. Después pasaron a dar conferencias públicas que el grupo aprovechó para atacar a fondo la ideología positivista dominante.
Dichas conferencias dieron a conocer entre amplios sectores de la juventud intelectual mexicana, a autores cuyas doctrinas habían sido proscritas anteriormente, como Nietzsche, Bergson, Boutroux, James, Croce, entre otros.
La actividad de El Ateneo de la Juventud fue fundamental para que, desde el terreno de la cultura, fuera posible cambiar las condiciones sociales en amplios sectores de la población mexicana.
Revolución Cultural
Con la fundación de El Ateneo se cultivaron diversas áreas de las humanidades y de las artes; esta revolución cultural permitió el desarrollo de una labor educativa entonces inimaginable.
Las sesiones públicas se llevaban a cabo cada 15 días y se convirtieron en una referencia obligada para quienes cultivaban las artes y la filosofía.
Varios de los integrantes de El Ateneo participaron en importantes eventos de la vida nacional, como los festejos del centenario de la Independencia mexicana o la fundación de la Universidad Nacional de México.
Al estallar el movimiento armado y la guerra de facciones de la Revolución Mexicana, algunos de los integrantes de El Ateneo simpatizaron y actuaron en favor de alguno de los bandos en pugna. José Vasconcelos se afilió al bando obregonista y fue nombrado secretario de Educación Pública en 1921.
Una de las consecuencias de la libertad intelectual promovida por El Ateneo fue la conquista de la libertad de pensamiento y acción, conforme a las convicciones políticas propias.
El Ateneo de la Juventud se fundó como asociación civil el 28 de octubre de 1909 y para septiembre de 1912 cambió su nombre por El Ateneo de México, con el mismo propósito de lograr que en el país se arraigara y floreciera la cultura universal y, por supuesto, la cultura mexicana.

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